Cuando vuelva a ser yo podrás decirme que dentro de mi no luce la luz que me cruza de par en par como si fuese esa ventana abierta que sueño con ser en los dias en que mi madre no se ha muerto y el sol ilumina levemente la loza sucia del fregadero, a ver a ver dice la vieja mientras sonríe la silla rota desde la otra sala, donde yaces tú inmóvil, con el reloj apuntándote a la cabeza a punto de morir, morir, tal vez soñar. Siempre quise ir a L.A, desde donde te escondes de mí, por qué tienes esa visión de abuelo mágico saliendo desde las nubes como un ciclón arrasando los pequeños sentimientos que surgen en mi oscura alma, perdida en torrente de deseos rojos y negros. Por qué no te me muestras más claramente, quiero aprehenderte, ser tú en en ti y en mí, quiero juntar mis alas con las tuyas y perderme en la lontananza del remolino de hojas secas que formas de vez en cuando y se me escapa alguna lágrima pequeñita y arrugada. No te la lleves, eh?, no me hagas esa putada, y mis ojos rojos ya se perdían veloces en el viento de tu tristeza, papá, no me llores, joder, que me duele como herida podrida en estado de coma. No te la lleves, déjamela aquí, al pie de esta cama, hazme ese favor, quieres?. Hazme el favor de que su cuerpo oxidado se quede aquí, en la luna de octubre, perdida entre mis manos de hijo febril, algo torpe y desilusionado. No te la lleves, abuelo mágico y permíteme crecer a su lado con risas sencillas y manos suaves.
Y no te la llevaste. Pero las semanas volaron al ras de mi corazón y mi herida se transformó en unos ojos tan tristes que hacen llorar hasta a mi refelejo en el estanque sucio de patos que ya no salen de casa. Pasa el tiempo y ella y tú y todo sigue igual, pero sigo pensando, sintiendo y deseando lo mismo, no te la lleves, quiero aprehenderte, deja tu imagen de Dios venerable y dame la mano. Llévame contigo a donde todavía pueda ser un niño feliz, déjame que juegue solo con la sombra de septiembre, imaginado historias y hablando a mi ángel perdido. Deja que me reconforte en ti y que mi herida se oculte entre la tiniebla, que se quede atrás muy atrás, ya no viene conmigo en este barco que me arrulla hasta el más allá, hacia el sol que se ahoga en el mar, se apaga lentamente, hacia el eterno prado verde, hacia allí quiero ir.
Pero aún no es la hora.
Debo hacer algo.
Ella es Sabrina Harman. No me la he podido quitar de la cabeza en varios días. Por culpa de esta foto. Lo que tiene debajo de ella es un cadáver envuelto en bolsas de hielo para evitar que se pudra.
Luego te enteras de que su padre era policía y que desde niña, le llevaba a casa fotos de escenarios del crimen y de autopsias para ""explicárselas", y te das cuenta de que lo raro es lo que hay en esas casitas tan limpias y bonitas de los suburbios norteamericanos.
Podemos creernos que la otra de las soldados sí torturaba porque era "una marimacho". Pero esta criatura de Dios, con esta sonrisa. Con esta belleza externa tan encantadora. No puede ser. Pero es. Los monstruos también pueden ser bellos, encantadores, asesinos, amables, crueles, atractivos, déspotas o cariñosos. Pueden gustarnos, y eso da miedo.
Esto también forma parte del Projecto Laranja. Desde el momento en el que yo dirija algún cotarro, sé que me voy a acercar a ser mostruo. ¿Sabré ser atractivo?