"No hay que tener miedo." Eso nos dicen, y sin embargo, cada vez tenemos más miedo. Abrimos los ojos y a nuestro alrededor vemos cómo se agitan sentimientos toscos, hipócritas, fingidos, que esconden miedo en lo profundo de esos ojos que no nos quieren sostener la mirada. No hay que tener miedo, pero hacen que huyamos del miedo, escondemos la muerte detrás de parapetos de cristal desinfectado, mientras señoritas uniformadas nos indican que nos hemos equivocado de sala y que consultemos los monitores para saber dónde está la abuela muerta. Es difícil no tener miedo, no temer la muerte si no se experimenta, si no nos dejan hacer películas en las que no hay esperanza, si nos imponen finales felices, producto de una sociedad burguesa, si no nos dejan sumergirnos en el torrente de las pasiones y salir más fuerte, más experimentados que antes, si no nos dejan vivir la muerte en paz.
Un pueblo sabio es aquel que asume la muerte y no la convierte en un tabú. Nosotros, herederos estúpidos de la cultura norte-europea, escondemos aquellos impulsos que más nos convulsionan: el eros y el thanatos. Y seguimos empeñados en ello, porque quienes nos mandan saben que eso les conviene.
Muerte y liberación,deseo y moribundia...muy interesante.Te encuentro a años luz del resto de bitácoras.
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