Después de pisar altas cumbres, de visitar ese lugar en el que el frío y los insitintos más poderosos se dan cita en la soledad absoluta del ser consigo mismo, después de entrever en la lejanía la felicidad y la risa poderosa del sol del mediodía, después de llorar por el profundo dolor producido por la grandeza del tiempo y la pesada verdad del humano, después de reír y disfrutar viendo al dios danzante, después de todas esas cosas y antes de tantas otras bajo al mundo de los hombres a ver qué es eso de la voluntad de poder